miércoles, 21 de mayo de 2008

Mayo del 68 en París ¿Estaba la playa debajo de los adoquines?

Los días rabiosos de Mayo, desencadenados en Francia por la protesta estudiantil, reflejaron el papel que jugaba la juventud como motor de la transformación revolucionaria. Pero este movimiento, que surgió de manera espontánea, resultó efímero. Sin embargo, la amargura de la derrota no impide la evocación de un sueño: la imaginación al poder.

En los años anteriores al Mayo de 1968 se habían producido en el mundo acontecimientos que fueron vistos por los universitarios franceses como iconos de admiración: la Revolución Cubana, la guerra por la independencia de Argelia, la resistencia de Ho Chi Mihn y su pueblo, la revolución cultural en China. En este contexto, la represión en la Universidad de Nanterre el 3 de mayo, tras una jornada antiimperialista, hizo que las protestas se extendieran rápidamente a la prestigiosa Sorbona.
Pocos días más tarde, el movimiento obrero y el estudiantil se unían en asambleas, comités de acción, barricadas y una huelga general que incluyó a millones y movilizó a cientos de miles
Una de las características principales de este movimiento fue la espontaneidad con la que fueron sumándose los distintos factores.
En un diálogo que se dio por esos días en el teatro Odeón de París, la figura emblemática del Mayo francés, Daniel Cohn- Bendit, de 23 años, reivindicaba el espontaneísmo y le replicaba al filósofo Jean- Paul Sartre, que la formación de una vanguardia política significaría minar las bases de esa "efervescencia incontrolable"
Ante la falta de una organización revolucionaria que llevara a la toma del poder, los sindicatos, sin el apoyo de las bases, negociaron un aumento salarial con el gobierno del general Charles De Gaulle como intento de restablecer el orden. Las reivindicaciones inmediatas dejaban atrás a la revolución. El Partido Comunista Francés nunca acompañó a los nuevos movimientos de izquierda universitarios y no supo o no quiso capitalizar los acontecimientos.
La principal virtud del Mayo francés, el espontaneísmo, se transformó, tal vez, en su mayor carencia. Fue víctima de su propio éxito: a fines de junio, las elecciones generales le dieron un amplio triunfo a De Gaulle sobre las fuerzas de izquierda

Mayo de 68, cronología de un mes utópico

Día1
Fiesta del Trabajo. Decenas de miles de personas se manifiestan desde la Bastilla.
2
Las aulas de Nanterre son ocupadas.
3
La policía cierra las puertas de la Sorbona y detiene a más de 600 estudiantes varones.
4
El gobierno confía que la prensa ahogue los tumultos, pero todos los periódicos los comentan.
5
Cuatro estudiantes son condenados a dos meses de cárcel.
6
5.000 estudiantes se dirigen a la Sorbona gritando "liberad a nuestros camaradas".
7
Nace Action, periódico de la insurrección estudiantil, que agota sus 6.000 ejemplares en dos horas.
8
Desfile pacífico por el Barrio Latino, que se disuelve a las 21:00 H. Parece que la revolución perece.
9
Cohn-Bendit: "No es momento para disputas de camarillas, sino para averiguar si queremos luchar o no".
10
Huelga general de Secundaria. El Barrio Latino es un campo de batalla. A las 5:30 H. cae la última barricada.
11
Pompidou, primer ministro, habla: "El Tribunal de apelación podrá, conforme a la ley, estatuir sobre las peticiones de liberación presentadas por los estudiantes".
12
Día de reposo.
13
La Sorbona ha sido ocupada! "¡La imaginación al poder!"
14
Miterrand dirige el debate de moción de censura: "¿Qué han hecho por la Universidad?".
15
Los estudiantes toman el Teatro Odeón.
16
Obreros de la Renault ocupan la fábrica y secuestran al director.
17
La Huelga se extiende por toda Francia.
18
Se ocupan los astilleros del Sena y se anuncian dos millones de huelguistas.
19
Una multitud recibe a Sartre: "Creía que estabais hartos de clases magistrales". Son ya seis millones de huelguistas.
20
Se raciona la gasolina y no hay correo, trenes, aviones, metro, ... ¿Diez millones de huelguistas?
21
... Sabedios!
22
Otra manifestación por el Barrio Latino: "Todos somos judíos alemanes".
23
La Sorbona decide manifestarse. Comienza la lucha.
24
Muere un estudiante. Diez millones de huelguistas. De Gaulle plantea la reforma de la Universidad. Se talan más de cientotreinta árboles para barricadas. Los cócteles molotov llueven sobre las comisarías.
25
Pompidou negocia un aumento del 35% del salario mínimo y el 10% del conjunto de los salarios.
26
El Nobel Jacques Monod intercede otra vez en favor de los estudiantes.
27
El Secretario General de la CGT ratifica el acuerdo. Algunos de los trabajadores abuchean a sus representantes.
28
Dimite el Ministro de Educación.
29
De Gaulle huye de Francia, pero acaba regresando.
30
De Gaulle disuelve las Cortes. "Hoy disuelvo la Asamblea. La República no abdicará. El pueblo se recobrará. El progreso, la independencia y la paz triunfarán junto a la libertad".

Una Revolución fallida que cambió la vida de generaciones

por FELIPE SAHAGÚN

«No conozco otro episodio de la historia de Francia que me haya dejado el mismo sentimiento de irracionalidad», escribió Raymond Aron. «Lo importante es que se haya producido cuando todo el mundo lo creía impensable y, si ocurrió una vez, puede volver a ocurrir», dijo Jean-Paul Sartre.

Como la revolución francesa y las conquistas napoleónicas dos siglos antes, las revueltas estudiantiles y las huelgas masivas que sacudieron Francia en mayo del 68, a las que se refieren desde atalayas tan alejadas los dos pensadores, fracasaron finalmente en los campos de batalla, pero sus efectos cambiaron la vida de generaciones. En la crisis, huelga, protesta, contestación, efervescencia, revuelta o revolución conocida vulgarmente como el 'Mayo francés' coincidieron actores tan dispares como los universitarios desencantados por un horizonte sin futuro laboral, los trabajadores descontentos por su marginación del boom económico de los sesenta, millones de jóvenes movilizados contra la guerra de Vietnam y pueblos de los cinco continentes deseosos de libertad. El polvorín social y económico en el que prende la chispa es la sociedad opulenta denunciada por Kenneth Galbraith en 1958 y su hija pródiga, la cultura hippy.

El polvorín político fue una guerra ilegal e injusta como la de Vietnam, un Tercer Mundo recién nacido a la independencia y ahogado en la miseria, un sistema internacional partido en dos bloques enfrentados y basado en la amenaza del suicidio nuclear, y sociedades civiles embrionarias sin voz ni parte en las principales decisiones de sus gobernantes. El polvorín ideológico fue la amalgama de las corrientes antiimperialistas, anticapitalistas, neomarxistas, troskistas, castristas, maoístas, estructuralistas y freudianas que desembocan en El hombre unidimensional de Herbert Marcuse (1964) y en la Teoría Crítica de Theodor Adorno. Aunque, como señala el politólogo Fernando Vallespín en el último número de 'Foreign Policy' (edición española), la mayor parte de los protagonistas del 'Mayo francés' seguramente nunca habían leído a Galbraith, Marcuse o Adorno, eran un arsenal maduro para que prendiera la chispa de la rebelión.
Las grandes manifestaciones, protestas y huelgas tuvieron lugar entre el 3 y el 30 de mayo, pero su origen está en las reformas universitarias de 1967, que no contentaron a nadie. Un grupo de estudiantes de la Facultad de Letras de Nanterre, en las afueras de París, dirigidos por Daniel Cohn-Bendit, 'Dany el Rojo', forma un grupo —Movimiento 22 de marzo—, convoca a la movilización y aprueba un programa de reformas educativas y de exigencias políticas radicales. Cerrada su universidad y detenidos algunos de sus dirigentes, se trasladan a la Sorbona, se enfrentan a la policía en el Barrio Latino y piden ayuda a todos los sindicatos estudiantiles y obreros. Las protestas se multiplican, el centro de París se llena de barricadas y en la noche del 10 de mayo la policía lanza un asalto masivo para intentar recuperar el control. Fracasa, en el choque resultan heridas más de mil personas, cuatrocientas de ellas graves y, en respuesta, los sindicatos principales convocan una huelga general para el día 13. El seguimiento fue desigual, pero a la manifestación de París acudió el mismo día más de un millón de franceses. Las reivindicaciones estudiantiles se eclipsan y los sindicatos convocan nueva huelga general e indefinida a partir del 17 que, esta vez sí, paraliza el país. De nueve a diez millones se sumaron a ella.
«Las revueltas resultaron eficaces fuera de proporción (...) y, sin embargo, no fueron auténticas revoluciones», escribe Eric Hobsbawm en su Historia del siglo XX. «Para los trabajadores, allí donde tomaron parte en ellas, fueron sólo una oportunidad para descubrir el poder de negociación industrial que habían acumulado, sin darse cuenta, en los 20 años anteriores». Efectivamente, los estudiantes no eran revolucionarios. Al menos los del primer mundo, como señala Hobsbawm, «rara vez se interesaban en cosas tales como derrocar gobiernos y tomar el poder, aunque, de hecho, los franceses estuvieron a punto de derrocar al general De Gaulle». No lo lograron, pero el presidente De Gaulle, el 27 de mayo, concedió a los sindicatos, a cambio de desconvocar la huelga y dejar aislados a los estudiantes, un aumento salarial del 14%, reducciones sustanciales de la jornada laboral y garantías de empleo y jubilación.

Aunque algunas fábricas emblemáticas, como la Renault de Boulogne-Billancourt (6.000 trabajadores), rechaza en un primer momento el acuerdo, arrastrando con ella a otras muchas, el día 30 De Gaulle se reúne con los mandos militares, disuelve la Asamblea Nacional, convoca nuevas elecciones, confirma al Gobierno de Pompidou y pide por televisión el apoyo de los franceses «contra la amenaza del comunismo totalitario».Fue una intervención decisiva. El plan de unión de la izquierda queda desactivado y deslegitimado hasta comienzos de los años ochenta y millones de franceses se manifiestan, cantando 'La Marsellesa', en apoyo del Gobierno. La huelga se va diluyendo, empiezan a aplicarse los acuerdos, conocidos como 'Los acuerdos de Grenelle' y el gaullismo vence en las elecciones de finales de junio. Seriamente debilitado, De Gaulle se retira al año siguiente.

La imaginación no llegó al poder, como pidió Sartre, ni las guerras dejaron paso al amor, como se pedía en los eslóganes más populares de los estudiantes. La derecha vivió Mayo del 68 y, en buena medida, lo sigue viviendo como un caos pasajero que conviene olvidar. En su campaña electoral de 2007, Nicolas Sarkozy lo identificó con la fuente de todos los males: el relativismo moral, la confusión de valores, la pérdida de autoridad, el cinismo, la irresponsabilidad y la especulación. Gran parte de la izquierda, como recuerda uno de los principales dirigentes de la movida, Alain Touraine, sigue viéndolo como la semilla de la que han germinado muchos de los mejores avances sociales de los últimos 40 años: la liberación de la mujer en el mundo desarrollado, el protagonismo creciente de la sociedad civil, la consolidación de los derechos sindicales...
Como señaló Edgar Morin, fue más que una simple protesta, pero menos que una revolución. Mucho más radical, André Malraux insiste en ver Mayo del 68 como «una verdadera crisis de civilización».

El Mayo rebelde: legado y actualidad del 68 francés

El Mayo rebelde: legado y actualidad del 68 francés (La Nación 4 de Mayo de 2008)
1968 - 2008
Cuatro décadas atrás, lo que comenzó como una revuelta estudiantil en la universidad francesa de Nanterre se convirtió en una de las más festivas y contradictorias expresiones de protesta contra el orden establecido. Y aunque el movimiento fue finalmente sofocado, algo de su original impronta y su herencia perduran en el tiempo. ¿Qué quedó de los ideales del mayo francés? El debate sigue abierto
Por Luisa Corradini

PARIS .- Hace 40 años, un incontenible maremoto que comenzó en la Universidad de Nanterre, se propagó al Barrio Latino de París y se extendió a la velocidad de la luz por el mundo consiguió resquebrajar los cimientos de la sociedad, la autoridad y las estructuras de poder en Francia. Desde el 22 de mayo hasta el 16 de junio de 1968, mientras los adoquines llovían sobre los policías en París y los estudiantes gritaban desde las barricadas que estaba "prohibido prohibir", tal vez nadie imaginara que ese movimiento juvenil -el más festivo, vasto y pacífico que conoció la historia moderna- se convertiría en una bomba de tiempo que terminaría con la sociedad patriarcal, permitiría la emergencia de las mujeres y los jóvenes como actores sociales de pleno derecho y, 21 años después, provocaría el derrumbe de los regímenes comunistas.

La revolución rusa de 1917 y Mayo del 68 plantearon, de hecho, dos visiones de sociedad que se enfrentaron a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. "Mayo del 68 fue la primera revolución en presente. Todos los otros grandes movimientos de la historia fueron revoluciones para el futuro, que convocaban al sacrificio y la muerte. La primavera juvenil de 1968 desdeñó ese sentido trágico de la historia para protagonizar la primera revolución lúdica y pacífica de la historia: la mayor reivindicación -la aspiración a la felicidad ´aquí y ahora - neutralizó el espíritu destructor que tiene la noción de ´un futuro mejor ", resumió el filósofo Gilles Lipovetsky. Cuatro décadas después, ¿qué quedó de todo aquello? Como en cada uno de los aniversarios anteriores, tampoco esta vez las conmemoraciones en Francia tuvieron ribetes líricos. El aluvión de análisis, trabajos universitarios, coloquios, emisiones de televisión, DVD, discos con canciones de la época, publicaciones de libros (más de setenta) y revistas sobre el tema, estuvo dedicado a debatir cuál fue la verdadera herencia de aquel episodio. Como hace 40 años, Mayo del 68 sigue despertando pasiones y provocando arreglos de cuentas. Aquella primavera de la juventud sigue siendo para muchos un momento contradictorio, símbolo de alegría, provocación, libertad, fraternidad y evolución social. Para otros, significó el triunfo del relativismo moral e intelectual responsable de todos los males actuales. El año pasado, durante su campaña electoral, Nicolas Sarkozy fue el primero en abrir las hostilidades al lanzar un llamado a "liquidar la herencia de Mayo del 68". Un movimiento "que confundió el bien y el mal, lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo", dijo. "Al proclamar que todo estaba permitido, los líderes de aquel movimiento consiguieron que desapareciera el concepto de autoridad", insistió. Sin ninguna indulgencia por ese movimiento que conoció cuando todavía estaba en la escuela primaria, Sarkozy afirmó que "la impugnación de toda referencia ética y de todo valor moral ( ) preparó el terreno para un capitalismo sin escrúpulos y sin ética". La mecha estaba encendida, las reacciones no se hicieron esperar.

Imputar a Mayo del 68 todos los males de la sociedad, hasta el punto de cargarle la responsabilidad de los pecados actuales del capitalismo financiero, es extraordinario. Hay que sentir un menosprecio sin límites por los interlocutores para proferir semejantes enormidades. Observo, sin embargo, que la gente no lo escuchó", respondió el filósofo socialista Henri Weber, protagonista de aquellos episodios, que acaba de publicar el libro ¿Hay que liquidar Mayo del 68? Es verdad. Aunque los franceses se muestran preocupados por la ausencia de autoridad, rehúsan "liquidar" la herencia de Mayo del 68 y la reivindican masivamente: el 74% tiene una visión positiva de aquel movimiento y no ve ninguna relación entre aquellos acontecimientos y los problemas actuales, según un sondeo. Para Weber, Mayo del 68 fue un movimiento idealista y romántico que, por el contrario, rechazaba la sociedad de consumo y cuyo balance es más que meritorio: "Significó la libertad de la contracepción y el aborto, la autoridad parental compartida, la posibilidad para las mujeres de abrir una cuenta bancaria sin autorización del marido, el derecho a la igualdad profesional entre hombre y mujer", señala. En el terreno de las conquistas sociales, el filósofo enumera "la mensualización de los salarios (en lugar de la quincena), el reconocimiento de los sindicatos en la empresa, el aumento de 35% de los salarios más bajos, la creación del salario mínimo, la formación permanente, el seguro de desempleo, etcétera". Mientras Sarkozy incita a los franceses a "liquidar" Mayo del 68, Weber los invita a "superarlo". Otro apasionado promotor de dar vuelta la página es el célebre líder de aquellos días de barricadas. En un libro cuyo título no podía ser más elocuente - Forget 68 -, Daniel Cohn-Bendit conmemora estas cuatro décadas reivindicando las ideas de aquella primavera juvenil, pero pidiendo a los jóvenes que pasen a otra cosa: "Esto no significa que el pasado haya muerto, sino que ha quedado sepultado bajo 40 toneladas de adoquines que desde entonces han cambiado el mundo", dice aquél a quien todos llamaban Dany, el rojo ("por el color del pelo, no por mis ideas", advierte). Diputado europeo por los Verdes, Cohn-Bendit cree que la prensa debería dejar de preguntarse si se trata de un nuevo Mayo del 68 cada vez que se produce un movimiento de protesta estudiantil: "La gran diferencia reside en que nosotros éramos prometeos". Nosotros decíamos "nuestro porvenir nos pertenece y queremos administrarlo. Estamos hartos de los que piensan y deciden por nosotros". Los jóvenes de hoy se preguntan ´¿Cuál es nuestro porvenir? Este mundo no tiene nada que ver con el nuestro", insiste.

De paso por París, Cohn-Bendit se reunió con Sarkozy y le entregó un ejemplar de su libro con una dedicatoria lapidaria: "Para Nicolas. ¿Para cuándo la imaginación al poder?" Cohn-Bendit ironiza sobre la condena contra Mayo del 68 lanzada por el presidente francés: "Pero si él es un perfecto producto del 68. ¿Quién hubiera imaginado antes un presidente dos veces divorciado en el Elíseo?" Para otros, la herencia de Mayo del 68 no ha sido tan ilustre. Sin condenarlo al patíbulo, hay quienes piensan que ese legado fue simplemente imposible. "Una utopía que fracasó", anota el sociólogo Jean-Pierre Le Goff en su reciente libro El legado imposible . Para él, el movimiento no sólo careció de proyecto político, sino que fue incluso infrapolítico: "Mayo del 68 no fue una revolución, sino una catarsis: cuando reabrieron las estaciones de servicio, todo el mundo se fue de fin de semana", señala. "Incapaz de construir una alternativa seria de sociedad, con el tiempo terminó por provocar en la gente un auténtico desapego de la política", lamenta. Es más o menos lo que piensa también el ex primer ministro liberal Edouard Balladur, que escribe, en su reciente libro El árbol de mayo : "El problema de Mayo del 68 fue el rechazo a toda autoridad, a toda regla. Fue la confusión entre moral y conformismo, entre sentido cívico y sumisión. En realidad, se trató de un sueño anarquista", arguye. Balladur, que organizó en 1968 las negociaciones que pusieron fin a la crisis, admite que "desde hace 40 años, todos los gobiernos franceses intentaron corregir las consecuencias de ese episodio: conservar los elementos positivos y terminar con los excesos". De acuerdo con Sarkozy, afirma que "no se puede construir el futuro afirmando: Está prohibido prohibir o Sean realistas, pidan lo imposible". Para el ex premier, "la única forma de hacer sobrevivir una sociedad es pagando el precio del respeto a ciertos principios". Hay incluso algunos que son más duros que Sarkozy y Balladur con Mayo del 68, aunque quizás por otras razones. Bajo su apariencia profética y altruista, la generación del 68 habría sembrado la duda y la inercia. Esa es la teoría del filósofo Marcel Gauchet, que lanza una andanada de grueso calibre contra todos aquellos intelectuales de izquierda que reivindican el legado de Mayo del 68. ¿Héroes, los baby-boomers ? Esos impostores, afirma, son los culpables de que la sociedad francesa no deje de seguir cayendo, hasta hoy, en el abismo.

Para Gauchet, la generación del 68 no sólo fue incapaz de producir algún intelectual digno de ese nombre: "Son sólo avatares de mayor o menor talento, seguidores más o menos originales" de Lacan, Derrida, Foucault y Bourdieu, dice en el último número de la revista Le Débat . La sociedad francesa debe a esa generación de "discípulos" lo peor. Bajo la apariencia de modernidad le debe la perpetuación de los arcaísmos "y la consolidación de nuestro fatal modelo estato-aristo-clerical", que hizo de Francia un país "en estado de secesión endémica ante todo aquello que pretende dirigir o representarlo". Pero esos "discípulos", que también tiraron adoquines en 1968, no constituyen un bloque homogéneo. Los herederos de Mayo de 68 también están divididos por razones ideológicas, rivalidades o celos. El filósofo Alain Finkielkraut es el principal iconoclasta. "Tengo muy buenos recuerdos de aquellas semanas: las calles liberadas de autos, la presencia electrizante de las mujeres en las barricadas, la descrispación de la sexualidad. Pero 1968 fue el año de dos primaveras: la de París y la de Praga. Muchos trataron de confundirlas. Sin embargo, por un lado había una ola de narcisismo revolucionario, mientras que, por el otro, hubo un momento de escepticismo posrevolucionario que Milan Kundera caracteriza como "la rebelión popular de los moderados". Yo terminé escogiendo la herencia de Praga", afirma. "¿Por qué no tratar de asumir ambas cosas a la vez: Praga y París, Vaclav Havel y Cohn-Bendit?", responde por su parte Bernard-Henri Lévy. "En política, yo también le temo al lirismo. Pero cada vez más creo que Mayo del 68 fue un momento aparentemente lírico que jugó, en realidad, un importante papel en la evolución de las sociedades occidentales. Un movimiento que dio origen al antitotalitarismo actual", agrega. En Mayo del 68, el belga Raoul Vaneigem publicó su Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones . Rápidamente, ese libro se transformó en el símbolo de aquellos liberal-libertarios conducidos por Dany, el rojo . Cuarenta años después, a los 74 años, el pensador situacionista hace quizás el balance más alentador de aquellas semanas de locura que representaron uno de los mayores acontecimientos sociales de la historia de Francia junto con la revolución de 1789 y el Frente Popular de 1936. "Nada podrá disimular las mutaciones de civilización puestas a la luz por Mayo del 68. La ruptura con los valores patriarcales fue definitiva. Desde entonces, nos hemos encaminado hacia el fin de la explotación de la naturaleza, del trabajo, del intercambio, de la depredación, de la separación del hombre de sí mismo, del sacrificio, de la culpabilidad, de la renuncia a la felicidad, del fetichismo del dinero, del poder, de la autoridad jerárquica, del menosprecio de la mujer, de la subordinación de los niños, del ascendiente intelectual, del despotismo militar y policial, de las religiones y las ideologías", afirma Vaneigen. Y en forma lapidaria agrega: "No es una constatación: es una experiencia en marcha. Ella reclama solamente un poco más de vigilancia, de conciencia y de solidaridad. Necesitamos volver a fundar, a construir sobre bases humanas un mundo derruido por la inhumanidad que propaga el culto de la mercancía".


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